
No quería ni salir ni llegar. Estar. Miles de valijas vacías, cadáveres de valijas de otros tiempos que ahora vacía en la pileta y lava cosa-por-cosa. Suicidios en masa los domingos, nacimientos en masa en junio de amores cosechas de primavera. ¿Importará más el día que finalmente naciste o el día en que te engendraron? Si pregunto seguro no lo saben y ya no lo podré saber. El día en que floreció algo o el día en que plantaste una semilla. Acaso el primero es sólo la consecuencia retardada en el tiempo, tarda en caer la gota de agua hasta tu lengua. Tenía una puntada en medio del pecho casi se lo digo pero me mordí la lengua para no rebalsar tanto el vaso. Y después de todos modos se fue yendo, se fue escurriendo en nuevas letras como refugios que busqué y acampe un rato en sus paisajes imaginarios. La mesita de luz llena de medicamentos en la casa de mi abuela, cajón repleto de cajitas con diversas pastillas para dolores y afecciones de todo tipo. ¿Alguna para el alma? Tengo algo que me pesa en la espalda desde que tengo memoria y que va pesando siempre más, las lucecitas navideñas, las cartas, las despedidas y lo recuerdo, me pesa de nuevo ese bulto-melancolía, una nostalgia heredada de la humana costumbre de extrañar, Discépolo que te canta las tristezas al oído los mediodías, que música más triste pensaba yo cuando dormía en el sillón del comedor de los abuelos y en el cuarto de ellos la radio pasaba tangos, yo miraba la vela encendida (porque yo no quería dormir a oscuras) y iba engendrando eso de la espalda de a poco sin saberlo.